lunes, 30 de mayo de 2011

Resolución de problemas

¿Qué hacer, cómo comportarse cuando uno se encuentra ante un problema, frente a una situación percibida como negativa, desagradable o amenazante? Antes que nada: calma y sosiego. Es necesario realizar un mínimo análisis que nos ayude a determinar el comportamiento más inteligente para resolver de manera provechosa la dificultad planteada. Se apunta inicialmente que la respuesta deberá atender necesariamente a dos factores diferentes: posibilidad de modificar las condiciones planteadas y ubicación del factor desencadenante de la situación.

  1. Posibilidad de modificar las condiciones planteadas

Las condiciones deberán situarse en una de dos posibilidades: o son modificables, o son inalterables. Más adelante deberá determinarse si las dificultades para producir su modificación son mayores o no, pero en este momento, lo realmente interesante es comprobar si pueden ser modificadas.

  1. Ubicación

Deberemos analizar dónde percibimos que se encuentra la raíz del problema o, mejor todavía, la posibilidad de su solución. Hablaríamos así de la ubicación del locus de control que, de manera genérica, sin precisar demasiado ahora, entenderemos como externo o interno a mí mismo. Nos moveríamos entre dos posibilidades: el causante de la situación –el agente que puede producir el cambio– soy yo, o es ajeno a mi persona.

Estaremos entonces ante un cuadro de dos entradas que representamos a continuación:



Ubicación


INTERNA
EXTERNA
Cambios
MODIFICABLE



INALTERABLE





Trataremos de analizar individualmente cada uno de los cuatro cuadrantes.



  1. Ubicación interna, situación modificable

Las condiciones pueden ser modificadas y el responsable de los cambios soy yo. “Nunca encuentro las llaves de casa”. Mi iniciativa deberá llevarme a desarrollar nuevas estrategias para generar cambios que produzcan los resultados apetecidos. “Busco un lugar para dejar las llaves, en la entrada de la casa, y me acostumbro a hacerlo nada más pasar la puerta”.

Resulta, en principio, la situación más favorable de todas: las condiciones pueden ser modificadas y el responsable de que los cambios se produzcan soy yo. Dicho y hecho: me aplico a la faena. En lugar de quejarme de una situación que yo mismo puedo cambiar, empleo toda mi iniciativa en producir los cambios que hagan que perciba la nueva situación como positiva, agradable y tranquilizadora. Eso me hará más feliz y ocuparé mi iniciativa, mi inteligencia y mi tiempo en actividades más provechosas que en quejarme de lo que yo mismo soy responsable de cambiar.

  1. Ubicación externa, situación modificable

En ocasiones, las condiciones pueden ser modificadas, pero no depende de mí mismo. Resulta tremendamente frustrante comprobar cómo, determinadas situaciones que podían y debían ser cambiadas, no lo son, por la inacción del responsable de que los cambios se produzcan. En este caso, si entendemos que la mejoría alcanzada justifica los esfuerzos a emplear, deberemos provocar que los cambios se produzcan, independientemente de si contamos con la aquiescencia o no de ese responsable último. Se plantearían dos escenarios diferentes:

    1. Con acuerdo del responsable externo. Hablaríamos de una revolución: tratamos de ser capaces de que alguien externo a nosotros, una persona que contaba con autoridad y responsabilidad –poder– en un ámbito en el que nosotros somos carentes, realice unos cambios favorables a nuestros intereses.

    1. Sin acuerdo del responsable externo. Nos encontraríamos frente a una rebelión: negamos la inacción del responsable para realizar los cambios y actuamos por nuestra cuenta, modificando las condiciones para alcanzar o favorecer nuestros propios intereses.

No seré yo quien recomiende a nadie que se embarque en la búsqueda de cambios revolucionarios, ni mucho menos quien anime a otros a la rebelión, pero si, en determinadas circunstancias, las condiciones que una persona define como un problema –se perciben de forma negativa, desagradable o amenazante– interfieren gravemente en su desempeño cotidiano y dificultan notablemente la consecución de su felicidad personal, deberá plantearse a sí mismo si debe procurar que los cambios en otros se produzcan o directamente rebelarse porque éstos no se producen.

  1. Ubicación interna, situación inalterable

Yo soy el causante del problema o el responsable de su solución, pero, por determinadas circunstancias, percibo que no puedo producir ese cambio, ¿qué deberé hacer? Es una situación normal, se repite frecuentemente en nuestras vidas: entiendo que hago algo de forma inadecuada, pero creo que no puedo cambiar. ¿Es eso siempre cierto?

Recomendación personal: profundizar más. Detenerse en reflexionar. Analizar con detenimiento la situación. En ocasiones somos especialmente severos con los demás y excesivamente benévolos en nuestro propio juicio. Pedimos a los demás que cambien, pero nos aferramos a nuestra propia identidad para justificar la imposibilidad de ajustar nuestra conducta, moldear nuestro comportamiento, desarrollar nuevos hábitos adecuados a nuestra realidad y necesidad personal, siempre cambiantes.

Si las cosas cambian cada vez con mayor rapidez, por qué no he yo de esforzarme en cambiar, buscando mi adaptación a las nuevas circunstancias. ¿Por qué no trato, por lo menos, de intentarlo?

Una vez profundizado en el análisis encontraré:

    1. El cambio es posible. Se habrá producido en mí una evolución. Sigo manteniendo mi identidad personal, pero he evolucionado para adaptarme a la situación. He buscado en mi interior la posibilidad de ajustarme a las condiciones presentes y ese cambio ha provocado que la situación deje de percibirse como negativa, desagradable o amenazante. Dejo, por tanto, de encontrarme frente a un problema. He provocado en mí un cambio que me ha hecho avanzar en mi desarrollo personal y me ha ayudado en mi búsqueda personal de la felicidad. ¡Bien!

    1. El cambio es imposible. He analizado la situación con detenimiento, he buscado en mi interior, pero no he encontrado la posibilidad de provocar que el cambio se produzca. ¿Qué hacer? Redefinición. No soy capaz de cambiar algo que está en mi interior (en mi comportamiento, en mi carácter, en mi conducta, en mi forma de actuar). Entiendo que me supone un problema en mi desempeño cotidiano, en mi búsqueda de la felicidad. Establezco que no soy capaz de cambiarlo. Afirmo que no puedo conseguirlo. Si todo es así, si de verdad es así, asumo que es “superior a mis fuerzas”. Estaré concluyendo entonces que es externo a mí.

Se establece como corolario, en este momento, que no existen problemas interiores que sean inalterables (en un caso el cambio sí es posible y se produce una evolución; en el otro, el cambio es imposible y se procede a una redefinición de la situación: se situaría entonces en el cuarto cuadrante, que se analiza a continuación).

  1. Ubicación externa, situación inalterable

El problema es externo a mí. La solución no depende de mí. ¿Qué hacer? He trabajado con detenimiento analizando las condiciones, profundizando en mi interior, pero he encontrado que no hay nada que, ni yo ni nadie, pueda hacer para cambiar las cosas.

Una innovadora aportación metodológica se apunta aquí: el conformismo útil. Cuando no depende de ti, ni hay nadie de quien dependa para que las cosas cambien, aprende a conformarte: te resultará útil.

Y, en cualquier caso, realiza pequeños cambios, si puedes, que te hagan relativamente más feliz. Si estás en casa y se pone a llover copiosamente, disfruta del placer de contemplar la lluvia cayendo, pero si vas a salir, mi recomendación es que cojas un paraguas.



Ubicación


INTERNA
EXTERNA
Cambios
MODIFICABLE
Iniciativa
con: Revolución
sin: Rebelión
INALTERABLE
posible: Evolución
Conformismo útil
imposible: Redefinición


1 comentario:

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