jueves, 7 de julio de 2011

Dirigido a:

En la literatura gerencial —como en casi todas las disciplinas— las modas terminan imponiéndose. Por ejemplo, yo estaría ahora mismo demostrando estar al margen de las tendencias en auge, al hablar de “gerencial”, cuando en realidad debería estar hablando de “management” (los anglicismos por neologismos son efectivos siempre). Últimamente vengo siguiendo el desarrollo de una tendencia que me resulta ciertamente preocupante. Me explicaré: en mi perfil en este blog he elegido encuadrarme —sin pretender encasillarme— en un ámbito profesional que supuestamente me define: he optado por la categoría de Recursos Humanos.

Esta denominación “clásica” ha ido paulatinamente transformándose para conducir a la actual, de máxima vigencia: “Gestión del talento”. Ésta es, a su vez, una derivación de su predecesora, que ya empieza a presenciar su propio declive: “Gestión de personas”. Se supone que esta última mutación intentaba personalizar el trato en las relaciones dentro de las organizaciones —de ahí la conversión de humanos en personas—. Sin embargo, el paso se quedó corto: lo que verdaderamente se pretendía era capitalizar el activo fundamental que aportan las personas a las organizaciones y ése no es otro que su talento. La clave también estaba en aprovecharlo en beneficio de la organización: cómo gestionarlo.

Y aquí viene mi problema: encuentro ese término rodeándome por todas partes: siento en mí una especie de acoso —libros de gestión del tiempo, estrategias de gestión integral, gestión de recursos, gestión de organizaciones, gestión de personas, gestión del talento, gestión de gestiones, gestión gestáltica: ¡vaya la que se está gestando!—. Y yo así no me encuentro cómodo. Llevo unos días, casi sin dormir, pensando en por qué elegir gestión, teniendo a mano el más elegante dirección.

Más términos he seguido encontrando: gestión económica y presupuestaria, gestión de residuos, gestión cultural, gestión de proyectos. En una de éstas, buscando, he encontrado el anuncio de un Master que imparte la Universitat de València que responde a la siguiente denominación: “Master DAP. Executive Master in Project Management”. La verdad es que suena chulo. Vamos a ver de qué va. Dejo la palabra a Cristina Morena, Directora del Secretariado de Relaciones Institucionales:

Estimad@ visitante.

El Project Management, como usted sabe, es una metodología para planificar, organizar y gestionar las actividades y recursos para conseguir las metas de un proyecto. Esto solo se consigue formando adecuadamente personas y profesionales comprometidos y competentes, capaces de convertirse en un referente real para aquellos profesionales con los que comparte su actividad diaria, en aquél en quien confiar, en un Director de Proyectos, en un Project Manager.

Sin embargo, en el Master en Dirección y Gestión de Proyectos de la Universidad de Valencia, no pretendemos únicamente formar Altos Ejecutivos o Project Manager, pretendemos formar profesionales que, siguiendo las mejores prácticas en Project Management, sean capaces de generar riqueza en sus empresas e instituciones, en sus organizaciones y Países y, como consecuencia directa, en su entorno personal y familiar, ya que cuando se genera riqueza, se está en condiciones de participar de esa riqueza.

El Project Manager es aquel profesional que, dentro de una empresa o institución, destaca entre los demás por ser capaz de llevar la empresa en su cabeza, por entender su complejidad, realidad y proyección futura, esto lo consigue mediante una eficaz combinación de ciencia y arte que le convierten en alguien extraordinariamente eficaz, enormemente rentable y muy difícilmente sustituible.

Ahora retomo yo. Este master, impartido en la modalidad semipresencial u online, representa el tipo de Formación que ofrece ahora la Universidad en España. 12 meses de duración y una matrícula de 4.950 €. Morena ha puesto un montón de negritas; yo resaltaré otras cosas que me han llamado la atención:

ü      ¿Qué es un Project Manager? Un Director de Proyectos, aquél en quien confiar (para explicarlo, hay que traducirlo).

ü      Pretenden formar profesionales que generen riqueza para su entorno personal y familiar (tendrán allanado el camino para cuando quieran pasar a la función pública).

ü      Serán capaces de llevar la empresa en su cabeza (¿oculta en un moño?) y, combinando ciencia y arte (una especie de Merlín el encantador actualizado) convertirse en alguien difícilmente sustituible (a mí el master me está empezando a parecer barato).


Creo que se me empezaba a ir la pinza. Trataré de encontrar una nueva estrategia. Voy a hacer dos columnas y escribir, en una, cosas que suenen mejor con gestor o gestión —si cambio el orden, me sale la cacofonía con gestión— y en la otra, las que suenen mejor con dirección o director. A ver qué pasa.



¿Qué cosas se pueden dirigir y cuáles gestionar?

GESTOR
DIRECTOR
Residuos urbanos [gestión de residuos urbanos]
Película [dirigir una película]
Papeles [Gestor]
Hablar con alguien importante [Director]
[en proyectos] Fiscalizar
[en proyectos] Grandes decisiones
Tratar con empleados [Gestor]
Tratar con clientes [Director]
[en Ministerios] Gestor
[en Ministerios] Dirección General
Gestión del estrés, de problemas
Dirección vital
[en Navegación] Gestionar un bote
[en Navegación] Dirigir un barco


Cosas de poca importancia
El meollo del asunto


La sensación que me queda es que parece que asignamos la gestión a asuntos de menor importancia —en ocasiones determinados por otros— y, sin embargo, reservamos la dirección para asuntos de más calado, profundos, de acentuada trascendencia. Parece conveniente, actuando en consecuencia, otorgar a las personas el valor añadido —más si cabe si forman parte del mismo equipo, si son co-laboradores— que hace que merezcan ser dirigidas, en lugar de gestionadas.


[En el ámbito nada estimulante de la administración política, se viene reclamando con reciente intensidad, la reconversión de la “casta política” en gestores. Analíticamente parece que se quiere reclamar, en los políticos, una postura aséptica, carente de compromiso ideológico, que se reduzca a —como si fueran contables— hacer lo que se les mande. Es otro síntoma más de la pobreza conceptual que encierra el mundo de la política, los creadores de opinión, y sus seguidores.]


Afirmo ahora la necesidad de entender que las cosas verdaderamente importantes se dirigen a: —y emplear tiempo en identificar a sus destinatarios—.

2 comentarios:

  1. "convertirse en alguien difícilmente sustituible" Te cobren lo que te cobren es barato....

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  2. Me perdí. No consigo gestionar bien lo que he leido y dirigir mi mente.
    Saludos.

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